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Vocación al arte hoy

ARTE Y VOCACIÓN o tal vez ¿Llamado al arte?

Artículo revisado y actualizado: 08 de agosto del 2024.
Dr. Enrique A. León Maristany

Al analizar la vocación se pueden encontrar diversos estudios acerca de la misma. El concepto de vocación, que más se ajusta a la realidad del artista, se define como: el conjunto de preferencias que la persona tiene sobre su vida con relación al arte y la sociedad. Se da una conexión entre las preferencias de la persona en cuanto al matrimonio, la familia, la vocación profesional, la vocación espiritual y el arte.

No es vocación

Los vicios no forman parte de la vocación de las personas. El tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción, la lujuria por el abuso sexual y la pornografía, la ludopatía, la lujuria virtual (gusto excesivo por apostar), y la ludopatía virtual (gusto excesivo con inversión excesiva en las actividades virtuales, tales como juegos virtuales, entre otras), no constituyen parte de la vocación de ser actividades perjudiciales al comportamiento personal y social.

Sujeto y vocación

La vocación puede ser a la ingeniería, al matrimonio, al servicio de causas sociales y al arte. La vocación está compuesta por diversas formas de manifestarse y pueden ser varias al mismo tiempo. No es extraño percibir profesionales de ciencia que tocan el piano, les agrada el teatro, etc.

Vocación al arte

En el ámbito artístico no es difícil comprender el término vocación, me refiero a Adolfo Winternitz, quien nos ilustra de manera magistral en su libro Itinerario hacia el arte - once lecciones (2015). A continuación, se mencionarán las preguntas y respuestas a tal dilema:


¿Cómo? ¿Cómo se descubre? ¿Cómo se le reconoce? Imaginémonos una joven o un joven que sale de la ducha caliente y se encuentra frente al espejo empañado por el vapor. Mira y mira y no se puede ver. Pero lentamente el vapor se va disipando y poco a poco aparece su propia imagen. Esto es lo que sucede a la persona que busca en sí misma el camino de su vida, es decir, su vocación. (pág. 28).
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Cuando nos enfrentamos a la inclinación por el arte, es habitual que, tal como afirma Winternintz, “Felizmente hoy en día los padres permiten que sus hijos escuchen «su llamado» y lo sigan, y no los obligan, como antaño, a seguir otra profesión, rehusando su vocación”. (Winternitz, 2015, pág. 29). No obstante, en el ámbito artístico, en ocasiones no se logra.

Winternitz, además, relata la narrativa de un joven poeta que persigue un sitio en el ámbito artístico, y lo describe de esta manera:

Otro ejemplo de lo que significa la posición frente a la vocación artística nos lo aclara una de las cartas compiladas en Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke. … Las cartas son respuestas a las de un joven llamado Kapus, quien, como Rilke, padece los rigores de una escuela militar, y también escribe poemas. Ha leído la primera edición de las poesías de Rilke y ha quedado fascinado; le envía entones sus propios versos y le pide consejos y críticas.

Rilque le contesta con la carta que copiamos a continuación, y durante varios años mantiene correspondencia en la que le da consejos abordando los tres temas que hemos mencionado.

París, 17 de febrero de 1903

Estimado señor:

Hace solo pocos días que me llegó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.

Las cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables; se consuman en un ámbito en el que jamás ha penetrado palabra alguna, y más un ámbito en el que jamás ha penetrado palabra alguna, y más inexpresables que todo son las obras de arte: existencias misteriosas cuya vida perdura, al contrario de la nuestra que pasa.

Dicho esto, solo queda por añadir que sus versos no tienen aún carácter propio, pero sí unos brotes lentos y rectados de personalidad. Donde más claramente lo percibo es en el último poema: «Mi alma». Ahí hay algo propio que ansía manifestarse, anhelando cobrar voz y forma y melodía. Y en los bellos versos «A Leopardi» parece brotar cierta afinidad con ese hombre tan grande, tan solitario. No obstante, las poesías nadas son, aun por sí mismas, nada independientes. No lo es tampoco la última, ni la que dedica a Leopardi. La bondadosa carta que los acompaña no deja de explicarme algunas insuficiencias que percibí al leer sus versos; no puedo, con todo, especificarlas.

Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros veros, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien —ya que me permite aconsejarle—, ruégole que abandone todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debe hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie… No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Investigue la causa que le impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más hondo de su corazón. Confiese si no le sería preciso morir en el supuesto que escribir ya no le fuese permitido. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más serena de su noche: «¿debo escribir?». Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un «si debo» firme y sencillo, construya entonces su vida según esta necesidad; su vida tiene que ser, hasta en su hora más indiferente e insignificante, un signo y testimonio de este impulso. Después acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor, sobre todo evite las formas y temas demasiado corrientes y socorridos: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio, ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos generales yendo hacia aquellos que su vida cotidiana le ofrece. Diga sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y diga todo con la más honda, serena y humilde sinceridad, y utilice para expresarse las cosas que lo rodean, las imágenes de sus ensueños y todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese usted; dígase que no es bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza ni lugar pobre o indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una prisión cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa, imperial, ese camarín que guarda los tesoros de los recuerdos? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmensas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en un retiro crepuscular mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de esta vuelta hacia lo interior, si de este descenso al mundo propio brotan luego versos, ya no pensará en preguntar a nadie si los versos son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos, pues verá en ellos su preciada posesión natural: un trozo y una voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento, no darle otro consejo que este: volver sobre sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su venero hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene, sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso, resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con este su destino; llévelo con su pesadumbre y su grandeza, sin preguntar jamás por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo para sí, independientemente, y hallar todo en sí y en la naturaleza, a la que se ha incorporado.

Pero tal vez, aun después de haberse sumergido en su mundo y en su soledad, tenga usted que renunciar a ser poeta. (Basta, como ya queda dicho, sentir que se podría vivir sin escribir, para no permitirse el intentarlo siquiera). Aun así, este recogimiento que yo le pido no habrá sido inútil: en todo caso, su vida encontrará de ahí en adelante cambios propios; y que sean buenos, ricos y amplios, es lo que le deseo más de cuanto puedan expresar más palabras.

¿Qué más he de decirle? Me parece que ya todo queda debidamente recalcado. Al fin y al cabo, yo solo he querido aconsejarle que se desenvuelva y se forme al impulso de su propia evolución; la perturbará profundamente si mira a lo exterior o si de lo exterior espera respuestas a preguntas que solo su íntimo sentimiento, en la hora más propicia, acaso pueda responder.

Fue para mí una gran alegría el hallar en su carta el nombre del profesor Horacek. Sigo guardando a este amable sabio una profunda veneración y una gran gratitud que perdurará por muchos años. Hágame el favor de expresarle esos sentimientos míos. Es prueba de gran bondad el que aún se acuerde de mí, y yo lo sé apreciar.

Le devuelvo los adjuntos versos, que usted me confió tan amablemente. Una vez más le doy las gracias por la magnitud y la cordialidad de su confianza. Mediante esta respuesta sincera y concienzuda, he intentado hacerme digno de ella, al menos un poco más digno de cuanto, como extraño, lo soy en realidad.
Con todo afecto y simpatía.

Rainer Maria Rilke (Winternitz, 2015, págs. 35-39)

Al concluir la lectura de esta carta, me pegunto, ¿qué hace que siga enseñando arte? ¿Qué hace que no pare de comprar libros sobre arte? ¿Qué hace que no deje de pensar en arte? ¿Qué hace que le dedique todos los días tiempo al arte? … Creo que será un sinfín de preguntas, y solo hay una respuesta para todas, mi amor y vocación por el arte.




Esmerada dedicación en el trabajo académico
Demostración de amor al arte
Merecido sobresaliente


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