Artículo revisado y actualizado: 26 de julio del 2024.
Dr. Enrique A. León Maristany
Enseñar arte con mente y corazón
Artista y maestro creyente
Al hablar de enseñar arte, me llevó a la mente a un instante en la luz de Dios, un momento en el que estaba consciente en un lugar de luz en el que una dama me dijo: “No es tu hora, tienes hijos pequeños, debes volver por ellos”. Al graduarse mis hijos en la universidad, pensé y le dije a Dios que —ya cumplí con ellos, hice lo que me ordenaste—. El Señor me mostró a muchos estudiantes que clamaban por alguien que los ayude, y Dios, en respuesta a sus ruegos, me hizo comprender que aún no había cumplido porque esos jóvenes también son sus hijos—.
Si al entender que el Señor todopoderoso crea o resucita una vida para que ayuden a sus hijos, entonces el propósito del Señor para conmigo no era que fuese profeta, sacerdote, líder, ni alguien que cambie el mundo… Su propósito es que yo eduque o ayude a sus hijos, y los hijos que también dice que son míos… Así de simple y sin enredos… A menudo me cuestioné acerca de qué es lo que Dios quiere de mí… e imagino que tú también te has planteado la misma pregunta, que es lo que Dios quiere de ti… y eso está escrito: ama a tu prójimo como a ti mismo, y te preguntas ¿cómo? Dando lo mejor de ti en lo que haces, y si el magisterio es tu llamado, entonces debes ser el mejor maestro.
Cuando un estudiante me comunicó que perdió la beca para sus estudios debido a que reprobó un curso, me pregunté: ¿el maestro solo se preocupó por cumplir? Que no está mal. Lo entiendo, lo que no entiendo es porque no hizo nada más por ayudarlo a aprender y poder aprobar… eso no nos lo pide el mundo, pero eso espera el Señor que hagamos…
Al ver mis libros, me pregunté: ¿Qué hago con todo ese conocimiento que adquirí de ellos? Solo existen dos respuestas: la primera: me llevaré ese conocimiento a la tumba, la segunda: lo entrego a aquellos jóvenes que lo necesitan… La primera opción solo alimentaría mi ego hasta que muriera; la segunda opción alimentaría el conocimiento y daría oportunidades a jóvenes que lo necesitan. En pocas palabras, debo vivir para aquellos jóvenes a los que puedo ofrecer lo mejor de mí. La otra pregunta es: ¿Acaso este es tu caso?
Al morir no se necesitará que te pregunten que si al enseñar lo hiciste dándolo todo, sin guardar lo que se piensa que son secretos, esfuerzo, producto del sufrimiento y los estudiantes no lo merecen. Recibimos el amor, perdón y salvación por gracia, por lo que, al enseñar materias de arte, hay que tener en cuenta que el arte no se puede enseñar, el arte es la gracia de Dios que repartió en sus hijos, lo que se puede enseñar es la técnica, los métodos y lo que se entiende por secretos que nadie debe saber.
Si enseñas materias de arte, es porque debes darlo todo. Los que van a estar frente a la cátedra son estudiantes de arte, han heredado talentos e inteligencias que otros no tienen y muy fácilmente se darán cuenta de cuánto se da cuando se enseña, y ellos esperan lo mejor, al mejor de todos los docentes, al más capaz como debes ser.
No nos entierren con las monedas que recibimos y que no se tuvo en cuenta que solo eran prestadas. Debemos dejar estas monedas en manos de los herederos del Señor y estas se multiplicarán a través del ejercicio de la educación, ofrenda agradable y perfecta ante los ojos de quienes las prestó. ¿Quién verá con buenos ojos lo que se hace y se dice? Entonces no solo se habrá trascendido con el arte ante los ojos de los hombres, sino también habrá trascendido el corazón ante los ojos de Dios.
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