Por: Dr. ENRIQUE ALONSO LEON MARISTANY
En el proceso creativo, el artista, en su imaginación puede representar
de manera subjetiva en forma de imagen lo que va a crear; pero este es en parte,
un proceso cognitivo en el cual tenemos que traer a nuestra mente recuerdos de
percepciones del universo, guardados en nuestra memoria. Lersch lo titula como:
“Actividad representativa” quien refiere: “Aun cuando las representaciones en
la vida anímica humana adulta se hallen, como hemos visto, integradas a la
percepción, también se dan como contenidos de nuestra conciencia independientes
de nuestra percepción…” (Philipp Lersch (1974) Estructura de la
personalidad. Pág. 356).
La representación no solo se da en el plano denotativo de la obra de
arte, esta se da a modo de imagen en nuestra mente. Lersch refiere: “Frente al
rasgo de «corporeidad» de las
percepciones, tienen las representaciones el carácter de «reproducciones», de
«imágenes»”. Ibídem.
Lo que representamos en nuestra mente es aproximadamente igual al objeto
que existe. Lersch indica: “E.R. Jaensch
las ha investigado a fondo y las ha descrito con el nombre de «fenómenos
eidéticos». Su peculiaridad consiste en que lo representado está dado en forma
aproximadamente igual a como si se hallara sensorialmente presente”. (Ibídem).
El mimetismo no es calcar la naturaleza, el mimetismo es abstraer lo que
vemos y convertirlo en lo que pensamos. No contamos las hojas de los árboles ni
las pestañas de los ojos para crear una representación. Todo proceso perceptivo
de la realidad es abstraído y
transformado por la fantasía.
En el proceso creativo que el artista se involucra, lee en su mente
imágenes eidéticas que evoca a manera de lectura visual, representaciones
guardadas en su memoria, todas ellas en un proceso abstracto, y con
participación en parte de procesos afectivos, todas estas evocaciones son
afectadas y es creada en parte a estas evocaciones y en parte a influencias
afectivas en una representación mental única en la imaginación; esto gracias a
un impulso llamado inspiración.
A esto Schopenhauer se refiere
como actitud de contemplación de las ideas en su grado más alto.
Esta representación mental única en la imaginación llevada a la obra de
arte es lo que Hegel denomina “Idea” el absoluto en su forma estética
objetivada en una manifestación artística.
“El absoluto en su forma
estética, la belleza es la apariencia sensible de la idea.” (Estermann Josef:
La historia de la filosofía, III. Pág. 51).
Philipp Lersch se refiere a este proceso como “fantasía creadora” (una
de las formas de la fantasía representativa): “llamamos creadora a la fantasía
cuando se muestra capaz de anticipar, en forma de representaciones, la realidad
en su facticidad sin haberla percibido sensorialmente y sin limitarse a
proyectar en el futuro experiencias anteriores […] En forma pura encontramos la
fantasía creadora en los poetas que crean por sí mismos la realidad, pero cuyas
fantasías no son ilusiones quiméricas, antes por el contrario hacen presentes
la realidad. […] también lo que llamamos “fantasía psicológica” es una fuerza
eminentemente creadora que se acredita en la representación de la situación
interior y de la estructura anímica de otros hombres. La fantasía creadora
tiene, pues, un carácter cognoscitivo, es una especie de conocimiento del
mundo, que no es posible sin la experiencia, pero que trasciende a esta. […] Lo
que llamamos intuición es este manifestarse la realidad, un súbito hacerse
visibles circunstancias y relaciones mediante la fantasía creadora. ” (Ibídem,
pág. 380).
“Así considerada, la fantasía creadora sería, pues, un proceso gracias
al cual estas imágenes son sacadas del inconsciente a la claridad de la representación merced a la
espontaneidad del alma”. Philipp Lersch
En conclusión, cuando percibimos,
creamos representaciones mentales de lo que vemos y esto se guarda en la
memoria, cuando recordamos, evocamos estas representaciones y las apreciamos en
nuestra imaginación. Cuando creamos, utilizamos todo lo que vemos además de
evocar muchas de las representaciones
guardadas y con un impulso afectivo y anímico procesamos toda la información
percibida y guardada para crear “la idea”, en un proceso abstracto donde se
yuxtapone la fantasía sobre la realidad, contemplando así en nuestra
imaginación esa representación que se va a expresar en nuestra obra de arte.
Juicio estético
El sentimiento, lo considera Kant como el dominio de un juicio no
intelectual que él llama Juicio reflexivo. “Aquella conformidad puede ser aprehendida
inmediatamente sin la mediación de un concepto, y entonces es un juicio estético
[…] El placer [sentimiento] de lo bello [categoría] y la facultad que juzga ese
placer [sentimiento], el gusto. El juicio reflexivo no tiene ningún valor
cognoscitivo porque sólo contiene los principios del sentimiento de placer y de
disgusto independiente de los conceptos y sensaciones que determinan la
facultad de desear; y no tiene siquiera nada en común con la razón, la cual
determina al hombre (con el imperativo categórico) independientemente de
cualquier placer. […] El Gusto es, por tanto, la facultad
de juzgar un objeto o una representación
mediante el placer o desagrado [sentimiento] sin ningún interés: y el objeto de
un placer [sentimiento] semejante se llama bello [Categoría]”. (Abbagnano
Nicolás. Historia de la filosofía. Tomo II Págs. 401, 402).
La naturaleza de la obra de arte es la expresión, pero ¿cuál expresión?
Pues, la expresión del sentimiento del artista objetivado en la obra de
arte. Esta expresión contiene una
categoría estética que es la que va a motivar el sentimiento del espectador.
Este sentimiento es cuestión del gusto del espectador, quien va a emitir un
juicio, pero este juicio desde la sensibilidad de los sentimientos no necesita
de una razón para manifestarse. El espectador independientemente de cualquier
abstracción del pensamiento sentirá lo bello, lo feo, lo desagradable, lo
ridículo, lo doloroso, lo repugnante, lo temeroso, lo sublime, o cualquier otro
sentimiento que surge de la contemplación de la obra de arte sin mediación de
ningún concepto ni la razón, esto es el juicio
estético.
El juicio estético, es un juicio íntegramente afectivo, este deviene del
gusto del espectador, es también llamado por Kant como juicio del gusto. Por su subjetividad este juicio es muy personal,
está intrínsecamente ligado a la afectividad en el proceso de contemplación, un
momento que puede trastocar lo profundo, el fondo endotímico, lo más íntimo de
nuestro ser a través de nuestros sentimientos. Lo que puede tocar el
sentimiento en esa intimidad tan profunda solo puede ser el arte. Por él
vivimos, por él sentimos, por él podemos conmocionar en la vida. Bernard
Berenson denomina al arte como vivificador
y esto es por la experiencia afectiva estética. El arte puede vivificar
nuestra vida, llenar un espacio vacío con la vida misma. Lo que nos lleva a
pensar que el arte es vida.
Ante la contemplación de la obra de arte no podemos explicar lo que
sentimos, no podemos explicar porque nos afecta de una u otra manera, así
nuestra vida afectiva se torna inexplicable. Porque no hay explicación racional
en la contemplación estética, es cuestión de gusto, ese gusto que no tiene un
porqué, una vivencia irracional, puramente afectiva que puede aun cambiar
nuestra vida.
Un espejo no es algo que cambia nuestra vida, lo usamos todos los días,
nos muestra nuestra realidad por fuera, y luego nos es útil para cambiarla:
peinado, maquillaje, generalmente con éxito. Pero por dentro seguimos siendo
los mismos, lo que está dentro lo podemos ocultar; pero no lo podemos
maquillar, ni mentirnos a nosotros mismos. Para trastocar tal afectividad
existe solo una manera, el arte, y
lo único que puede superar esta fuerza es el poder de Dios.
Juicio y concepto
Cuando nos referimos al aspecto cognitivo de la obra de arte, nos
referimos a la lectura de esta, de la cual surge un contenido en la obra de
arte que es abstraído por el pensamiento sobre lo que debe ser, este es un juicio
de concepto que es semiótico. La semiótica es la ciencia que se encarga de
explicar este fenómeno, la misma que nos revela el contenido de manera
abstracta a la mente, sin revelar un juicio ético o político. En un devenir de
interpretaciones convencionadas o no, se devela lo evidente o misterioso de la
obra de arte, en un comprender intuitivo o un develar nouménico. La descripción
e interpretación de la obra de arte en una sola lectura visual o tras una larga
contemplación nos dirá “lo que debe ser”. Este acto es un juicio conceptual del
fenómeno de arte.
Philipp Lersch refiere: “Por eso
existe siempre una conexión particular entre el juico y el concepto. Ya en el
concepto se oculta un juicio, es el resumen y abreviatura de un juicio, lo cual
se muestra en que todo concepto necesita de una definición y esta se realiza
siempre mediante un juicio. Así como el pensamiento es un proceso de conjunto,
su forma de realización típica es el juicio, la aprehensión de relaciones que
al mismo tiempo sirve para establecer el concepto. Así, pues, juicio y concepto
van indisolublemente unidos… […] El
concepto es tanto resultado de un juicio como elemento para fundamentar otros
nuevos.” (Op. Cit. Pág. 394).
La descripción e interpretación de la obra de arte se
realiza por un proceso semiótico. La evaluación
es el juicio estético; la explicación
relaciona todos estos elementos y nos lleva a la comprensión del mensaje,
acompañada de una reflexión anímica. Ambas al mismo tiempo y de manera
holística durante la contemplación estética integran la experiencia donde se
producen dos juicios paralelos y complementarios entre sí: Lo cognitivo y lo
afectivo, el concepto de lo que debe ser y el sentimiento en su categoría
estética.
Publicado
en la revista de Arte y Cultura "Contrastes" de la Escuela Superior
Autónoma de Bellas Artes "Diego Quispe Tito" del Cusco, 2013 Ano 3 N°
3 págs. 50 al 53
Bibliografía
Philipp Lersch (1974) Estructura de la personalidad. Pag.356
Estermann Josef: La Historia de la Filosofía, III, pág. 51Abbagnano Nicolás. História de la Filosofía, Tomo II págs. 401, 402
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